Se trata de un frondoso parque con especies exóticas que ha convertido este recoleto rincón de Garachico, en uno de los más pintorescos de la Villa.
Ha sufrido a lo largo del tiempo una serie de tranformaciones que la han llevado a un creciemiento de sus paseos y jardines, así como a un constante cambio de nombres:Plaza de Santa Ana.
Esta construcción, posterior a la erupción de 1706, conserva el primigenio pavimento adoquinado, así como una profusa mampostería de piedra basáltica.